Unas 300 personas se manifiestan en Barcelona por los 50 años de ocupación china del Tibet

Unas 300 personas se manifiestan en Barcelona por los 50 años de ocupación china del Tibet

10/03/2009 | Actualizada a las 22:17h | 

Barcelona. (EFE).- Unas 300 personas se han manifestado esta noche en Barcelona para reclamar la libertad del Tíbet tras medio siglo de ocupación china y exigir un diálogo «directo» entre el Dalai Lama y el presidente chino, Hu Jintao, para impulsar un proceso de paz que «desencalle» el conflicto.

Bajo el lema «Tíbet libre, derechos humanos para todos», la marcha ha transcurrido desde la sede de la Fundación Casa del Tíbet hasta la plaza de Sant Jaume, donde representantes tibetanos y diversos cargos políticos de ERC, UCD y CDC han leído un manifiesto. En la proclama se ha demandado la liberación de todos los prisioneros políticos tibetanos, el fin de la «ocupación colonial» y el regreso de los exiliados, entre ellos el líder tibetano, el Dalai Lama.

Además, se ha pedido que una Comisión Internacional de Observadores de Naciones Unidas pueda entrar en el Tíbet para «verificar» la situación actual y que publique un informe «que pueda ser conocido en todo el mundo».

Según el manifiesto, «más de un millón de tibetanos han muerto como consecuencia directa de la ocupación china, y 150.000 viven en el exilio».

El director de la Fundación Casa del Tíbet, Thubten Wanschen, ha denunciado que desde el final de los Juegos Olímpicos de Pekín, las detenciones y desapariciones se han intensificado y ha alertado de las condiciones de vida de los monjes. «Teníamos gran esperanza en que los Juegos Olímpicos cambiaran algo», ha dicho, lamentado que todas las noticias sobre el Tíbet que aparecieron antes de los Juegos ahora se han transformado en «silencio y olvido»

El presidente de la comunidad tibetana en España ha indicado que la «única manera de solucionar el conflicto es a través del diálogo» y ha instado a la comunidad internacional a intervenir en una situación de «vulneración» de los Derechos Humanos y de destrucción medioambiental, cultural y religiosa.

Al acto han asistido, por parte de ERC, los concejales Ester Capella y Xavier Florensa y el diputado Miquel Carrillo; por UDC, el concejal Raimond Blasi y el candidato a las elecciones europeas Salvador Sedó; así como también la concejal de CDC Francina Vila y el miembro de la Fundación Ramón Trias Fargas, Brahim Yaabed.

Cincuenta años de represión china en el Tíbet

Cincuenta años de represión china en el Tíbet

Aún recuerdo la profunda desazón que sentí hace quince años cuando llegué por primera vez a Lhasa, la capital del Tíbet. Las autoridades chinas habían hecho desaparecer los jardines frontales del Palacio Potala para colocar en su lugar una plaza de grandes baldosones coronada por un avión de guerra. Todo un símbolo del expolio y la opresión que el régimen de Beijing articula en la llamada región autónoma. A dos kilómetros de allí, en el palacio Norbulingka, tuvo lugar hace exactamente medio siglo una vasta revuelta contra la ocupación china.

Las promesas iniciales de las autoridades comunistas, que habían asegurado que iban a respetar la autonomía política y cultural de la población local, se habían ido desvaneciendo al tiempo en que aumentaba la represión armada. Habían llegado nueve años antes, en 1950, tras la victoria de Mao Zedong sobre Chiang Kai-chek. Y en 1951 hicieron oficial la anexión del Tíbet a la República Popular China.

Ante el rumor de una inminente detención de Tenzin Gyatso, el XIV Dalai Lama, multitudes de tibetanos se congregaron a las puertas de la que era su residencia estival. La respuesta militar china resultó brutal. Sólo en Lhasa murieron diez mil personas. Unos seis mil monasterios fueron saqueados. Miles de ciudadanos terminaron en campos de reeducación y trabajo.

Más de cien mil tibetanos emprendieron el camino del exilio. Entre ellos se encontraba el Dalai Lama, apenas un niño en aquel entonces, que sentaría residencia junto al resto de su gobierno en la ciudad india de Darhamsala.

La represión en el tiempo

También era un signo de la ocupación en los tiempos de mi primera visita eldiscreto pedido que algunos monjes realizaban a los viajeros occidentalesen los recovecos del templo de Jhokang, situado el plaza de Bhakor, donde los peregrinos llegan desde todo el altiplano para postrase ante las imágenes de Buda, para hacer girar los molinos devocionales, y para repetir sus mantras devocionales rodeados de lámparas hechas con manteca de yak.

Monjes que pedían entre susurros una foto del Dalai Lama y que en ocasiones hasta se animaban a dar testimonio de la represión de otros religiosos, hombres y mujeres, encerrados en prisión, torturados, abusados.

Las políticas de Mao Zedong tuvieron consecuencias nefastas para el pueblo tibetano. El «Gran salto adelante» provocó hambrunas generalizadas. La «Revolución cultural» redujo a cenizas riquísimas tradiciones ancestrales. El gobierno tibetano en el exilio estima en un millón el número de muertos a finales de los años setenta.

Tras la muerte de Zedong, la represión perdió intensidad hasta que en 1987 Deng Xiao Ping volvió a apretar el puño sobre el Tíbet como respuesta a las manifestaciones pacíficas en favor de la libertad y el regreso del Dalai Lama.

La lectura del libro Fuego bajo la nieve (ediciones B), del monje Palden Gyatso, permite conocer de primera mano esta realidad. Gyatso, que pasó más de 30 años en cárceles chinas sufriendo torturas, fue uno de los demandantes en la querella presentada en 2005 ante la Audiencia Nacional contra las autoridades chinas por violaciones a los Derechos Humanos.

Querella que acusaba de terrorismo, crímenes contra la humanidad y torturas al ex presidente chino Jiang Zemin (1990-2003), el ex primer ministro Li Peng (1988-1998) y el actual primer mandatario, Hu Jintao, que fuera gobernador de la Región Autónoma del Tíbet.

Colonización masiva

En los años noventa, el arribo de chinos se aceleró. La política de un hijo por pareja que predominaba en el resto del continente carecía de validez en la región autónoma para los colonos, mientras que a los tibetanos se les aplicaba un férreo control de la natalidad que no en pocas ocasiones se llevaba a cabo a través de esterilizaciones y abortos forzados.

Medida ausente de justificación si se tiene en cuenta que la densidad poblacional es de 0,42 habitantes por km2 en el Tíbet y en el conjunto de China de 127 habitantes por km2.

En estos momentos sonsiete millones los chinos que viven en el conocido como «Techo del mundo». Un proceso que ha arrinconado cultural y económicamente a una población autóctona, que padece en las zonas rurales niveles de pobreza comparables con los del África subsahariana.

El tren a Lhasa

Al tiempo en que llegaban ocupantes, del Tíbet partían hacia el este de China ingentes cantidades de recursos minerales. En este sentido, el tren soñado por Mao Zedong, que comunica Beijing con Lhasa, ha sido considero por muchos como el golpe de gracia a los tibetanos.

Se inauguró en junio de 2006. Recorre un trayecto de 4.046 kilómetros de distancia que progresa desde la populosas urbes de la llanura de mayoría han, con sus vastos cordones industriales coronados por chimeneas humeantes, y que concluye, tras fatigar numerosos y fascinantes paisajes, tras superar los cuatro mil metros de altitud y circular sobre 550 kilómetros sobre hielo perpetuo, en el altiplano tibetano.

Más de cien mil trabajadores, una inversión de 3.000 millones de euros y cinco años de labores ininterrumpidas, permitieron dar vida a los 1.142 kilómetros de vías férreas del último trayecto, que comunica a Golmud con la capital tibetana, en una obra que rivaliza en ambición con la presa de las Tres Gargantas del río Yangtze, y que da la posibilidad a dos mil chinos de desplazarse a diario al Tibet.

La negación china

China sigue sin querer abordar negociaciones con el gobierno tibetano en el exilio del Dalai Lama. Insiste una vez más en que la región le pertenece desde los tiempos de la dinastía Yuan, en el siglo XIII.

Se continúa justificando ante sus ciudadanos a través de la difusión de una propaganda que presenta a los líderes tibetanos como señores feudales que oprimían a sus siervos, del mismo modo en que lo hacía hace quince años, cuando cada mañana aparecían en la pensión Yak de la ciudad de Lhasa panfletos con fotos y testimonios de esas acusaciones para tratar de mitigar así cualquier sentimiento adverso que pudieran tener los turistas.

Lo único que China ha hecho en estos días ha sido enfatizar aún más su política de represión a través del despliegue de nuevos efectivos militares en las zonas del Tibet y sus provincias vecinas donde el año pasado tuvieron lugar las revueltas que intentaban llamar la atención del mundo en vísperas de los Juegos Olímpicos.

“Esta incluye detenciones arbitrarias, arrestos arbitrarios, arrestos y prisión de manifestantes pacíficos y otros presos de conciencia, tortura, maltrato, violaciones a la libertad de expresión, asociación y reunión, y al derecho del pueblo tibetano a mantener su cultura, su lenguaje y su religión”, señala Amnistía Internacional, que también critica que siga prohibido el libre acceso de la prensa internacional.

La misma estrategia que seguramente el ejecutivo de Beijing articulará durante el mes de abril, décimo aniversario de las protestas de la secta religiosa Falung Gong. Y en junio, cuando se cumplan veinte años de la represión de la Plaza Tiananmen.

MEDIO SIGLO DE EXILIO

MEDIO SIGLO DE EXILIO

El Dalai Lama aboga por continuar la lucha con China por medios no violentos

Lamentó la ausencia de resultados de las sucesivas negociaciones con las autoridades chinas, las últimas desde 2002, para insistir en su reivindicación de una «autonomía legítima y significativa» para el Tíbet «en el marco de la República Popular China».

EFE. Nueva Delhi
Medio siglo después de la revuelta contra China en el Tíbet, su líder en el exilio, el Dalai Lama, abogó por continuar la lucha por medios no violentos y acusó al régimen de Pekín de causar la muerte de «cientos de miles de tibetanos» con las campañas represivas aplicadas en la región.

En un discurso con ocasión del «Día del Alzamiento Nacional Tibetano» pronunciado en la localidad septentrional india de Dharamsala, que acoge al Gobierno en el exilio, el Dalai se dolió de que su pueblo haya «experimentado el infierno en la tierra» en los 50 años de ocupación china.

Relató la «serie de campañas represivas y violentas» que China ha aplicado en el Tíbet y cuyo resultado, dijo, «fue la muerte de cientos de miles de tibetanos», según el discurso difundido en la página web del Ejecutivo en el exilio.

También lamentó la ausencia de resultados de las sucesivas negociaciones con las autoridades chinas, las últimas desde 2002, para insistir en su reivindicación de una «autonomía legítima y significativa» para el Tíbet «en el marco de la República Popular China».

Para el Dalai Lama, no queda duda de que su causa sigue viva como quedó demostrado con las «protestas generalizadas y pacíficas que estallaron por todo el Tíbet» en marzo del año pasado y que causaron unos 20 muertos, según el régimen chino, y hasta 200 según el exilio tibetano.

Pese a la violencia de algunas de las protestas, el Dalai expresó su «orgullo» por la «convicción firme de servir a la causa del Tíbet» que guió a los manifestantes en Lhasa, la capital tibetana, y otras zonas de la región.

Los disturbios de 2008 suscitaron una nueva ola de simpatía internacional hacia los tibetanos pero también condujeron a una reflexión interna en el seno del movimiento en el exilio, que celebró un cónclave en noviembre en Dharamsala para determinar el camino a seguir.

Tras reiterar su fe en el Dalai Lama, los 600 delegados presentes en el cónclave, que hicieron recomendaciones al Parlamento en el exilio, reiteraron su compromiso con la «vía del medio» propugnada por su líder espiritual y político.

Al mismo tiempo, propusieron romper las negociaciones con China si sus autoridades no daban respuesta positiva al memorando de «autonomía genuina» que los negociadores tibetanos presentaron durante la última ronda de negociaciones, celebrada a finales de octubre.

La vía del diálogo se había reanudado precisamente tras los disturbios de Lhasa, los más graves desde la represión de la revuelta que llevó al Dalai Lama al exilio en la India y a casi 100.000 tibetanos a buscar una nueva vida en este país y las vecinas Nepal y Bután.

Hoy, unos 130.000 exiliados viven en la India, país al que el Dalai expresó su «sentida gratitud». No obstante, las protestas de 2008, que tuvieron su réplica en la India y otros países, dejaron claro que para las autoridades indias el Dalai se ha convertido en un huésped bastante incómodo.

El líder tibetano, que en 1989 recibió el Premio Nobel de la Paz, asegura que se halla en una situación de «semi-retiro» de los asuntos políticos y que ha cedido su manejo al primer ministro, Samdhong Rinpoche.

Lo cierto es que, a sus 73 años, la salud del Dalai se ha resentido y que en los últimos meses ha visitado hospitales de Nueva Delhi y Bombay tanto para someterse a exámenes médicos rutinarios como aquejado de alguna dolencia.

A principios del pasado febrero, fue intervenido para extirparle un cálculo biliar.

Ayer, cientos de personas se congregaron frente al templo budista de Tsuglag Khang en Dharamsala para una plegaria por la salud del Dalai, quien poco después se dirigió a ellos para prometerles: «intentaré vivir más tiempo por la causa tibetana».

Tras expresar su confianza en que la «justicia de la causa del Tíbet prevalecerá» si su gente mantiene «el camino de la verdad y la no-violencia», se mostró confiado en una «solución rápida al asunto del Tíbet».

«Sin embargo, también debemos prepararnos en caso de que la lucha continúe por un largo tiempo», advirtió, para lo que animó a los tibetanos una buena educación para las nuevas generaciones, y una «mejora de la comprensión y la práctica de los métodos no-violentos».

La escritora tibetana Woeser, una voz disidente en el corazón de Pekín

La escritora tibetana Woeser, una voz disidente en el corazón de Pekín

Un hombre tibetano (izq) observa el paso de tropas paramilitares chinas este martes.

Desde su apartamento de Pekín, en el que tiene colgada una fotografía oficialmente prohibida del Dalai Lama, Woeser se ha convertido en una de las escritora tibetanas más conocidas y en una de las voces más críticas sobre la presencia china en Tíbet.

Ensayista y poetisa, Woeser es hija de un militar Han -la etnia mayoritaria en China- y de una responsable comunista tibetana, pero su corazón se siente más cerca de Tíbet.

«¿Cómo es posible que en su propia tierra, los tibetanos tengan tan poca libertad?», se pregunta esta mujer, de 43 años, que se define como «tres cuartas partes tibetana y una Han».

Woeser, que como muchos tibetanos sólo utiliza un patronímico, prefiere que la entrevista se haga por teléfono debido la estrecha vigilancia a la que está sometida. Su domicilio está vigilado, la policía la sigue en todos sus desplazamientos y su ‘blog’ en chino, titulado ‘Tíbet invisible’, es inaccesible en China.

Sin embargo, nada la predestinaba a convertirse en disidente. Nacida en Lhasa, la capital de Tíbet, se mudó a los cuatro años con sus padres a la provincia de Sichuan, en el sur de país.

«La educación que recibíamos nos decía hasta qué punto Tíbet era malo, éramos jóvenes y nos lo creíamos», afirma.

Pero en 1990, tras diplomarse en la universidad, regresó a Lhasa, donde descubrió poco a poco una realidad que no sospechaba.

Explica que la obligaban a participar todos los jueves en sesiones de «estudios políticos». «Nos anunciaban de repente que no podíamos ir a los templos o que no podíamos venerar a Buda», recuerda esta budista ferviente.

También entró en contacto con numerosos tibetanos, entre ellos monjes, que le relataban los malos tratos recibidos durante su paso por las cárceles chinas.

Woeser asegura que los tibetanos son víctimas de una discriminación permanente, tanto política como religiosa. Las autoridades de Pekín lo niegan, asegurando haber liberado a la región de una teocracia feudal y haber devuelto la dignidad a «millones de siervos».

Durante mucho tiempo, Woeser encontró en la poesía una manera de expresar su oposición sin llamar demasiado la atención de la censura.

Pero en 2003 publicó ‘Notas sobre Tíbet’, una compilación de relatos cortos con referencias favorables al Dalai Lama. Ahí comenzaron sus problemas: perdió su trabajo como editora de una revista de literatura, sus ‘blogs’ fueron censurados, fue detenida en una ocasión y puesta bajo vigilancia policial.

Pero su despido la llevó a Pekín, donde conoció a Wang Lixiong, un intelectual chino que en 1999 ya había llamado su atención con la publicación de un libro crítico con la política de Pekín en Tíbet. Juntos forman una de las parejas de intelectuales más controvertidas de China.

«Los textos y la voz de Woeser permiten a los tibetanos en el exilio defender que la crítica al gobierno chino no es sólo la obra de un puñado de tibetanos de la diáspora o de monjes tradicionales», subraya Dibyesh Anand, especialista de Tíbet en la Universidad de Westminster, en Gran Bretaña.

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El Dalai Lama insiste en la resistencia no violenta frente a China

El Dalai Lama insiste en la resistencia no violenta frente a China

En el 50º aniversario de la revuelta contra China, el líder tibetano acusa a Pekín de matar a «cientos de miles» de compatriotas con su represión en la región

El Dalai Lama, líder espiritual tibetano, saluda a su llegada a la rueda de prensa que ha mantenido en el templo Tsuglang Khang de Dharamsala (India) /EFE / Harish Tyagi

El Dalai Lama, líder espiritual tibetano, saluda a su llegada a la rueda de prensa que ha mantenido en el templo Tsuglang Khang de Dharamsala (India) /EFE / Harish Tyagi

El Dalai Lama gesticula durante su rueda de prensa en los actos por el 50º aniversario de la revuelta /   AP / Ashwini Bhatia

El Dalai Lama gesticula durante su rueda de prensa en los actos por el 50º aniversario de la revuelta / AP / Ashwini Bhatia

10/03/2009 |La Vanguaria

Nueva Delhi. (EFE).- Medio siglo después de la revuelta contra China en Tíbet, su líder en el exilio, el Dalai Lama, abogó por continuar la lucha por medios no violentos y acusó al régimen de Pekín de causar la muerte de «cientos de miles de tibetanos» con las campañas represivas aplicadas en la región.

«Único portavoz de los seis millones de tibetanos»

El Gobierno tibetano en el exilio ha expresado su respaldo a su guía espiritual, el Dalai Lama, con un mensaje en el que advirtió a China de que él «es el líder supremo y único portavoz de los seis millones de tibetanos» que viven dentro y fuera de Tíbet.

El Gabinete de la Administración Central Tibetana, conocido como ‘Kashag’ y con sede en la ciudad india de Dharamsala, elogió también el «coraje» y la «determinación» de los compatriotas que residen en Tíbet, según un comunicado difundido en su página web.


MÁS INFORMACIÓN

En un discurso con ocasión del Día del Alzamiento Nacional Tibetano pronunciado en la localidad septentrional india de Dharamsala, que acoge al Gobierno en el exilio, el Dalai Lama se dolió de que su pueblo haya «experimentado el infierno en la tierra» en los 50 años de ocupación china.

Relató la «serie de campañas represivas y violentas» que China ha aplicado en Tíbet y cuyo resultado, dijo, «fue la muerte de cientos de miles de tibetanos», según el discurso difundido en la página web del Ejecutivo en el exilio.

«Autonomía legítima»
También lamentó la ausencia de resultados de las sucesivas negociaciones con las autoridades chinas, las últimas desde 2002, para insistir en su reivindicación de una «autonomía legítima y significativa» para Tíbet «en el marco de la República Popular China».

Para el Dalai Lama, no queda duda de que su causa sigue viva como quedó demostrado con las «protestas generalizadas y pacíficas que estallaron por todo Tíbet» en marzo del año pasado y que causaron unos 20 muertos, según el régimen chino, y hasta 200 según el exilio tibetano.

Pese a la violencia de algunas de las protestas, expresó su «orgullo» por la «convicción firme de servir a la causa de Tíbet» que guió a los manifestantes en Lhasa, la capital tibetana, y otras zonas de la región.

Los disturbios de 2008 suscitaron una nueva ola de simpatía internacional hacia los tibetanos pero también condujeron a una reflexión interna en el seno del movimiento en el exilio, que celebró un cónclave en noviembre en Dharamsala para determinar el camino a seguir.

Tras reiterar su fe en el Dalai Lama, los 600 delegados presentes en el cónclave, que hicieron recomendaciones al Parlamento en el exilio, reiteraron su compromiso con la «vía del medio» propugnada por su líder espiritual y político.

Al mismo tiempo, propusieron romper las negociaciones con China si sus autoridades no daban respuesta positiva al memorando de «autonomía genuina» que los negociadores tibetanos presentaron durante la última ronda de negociaciones, celebrada a finales de octubre.

Incómodo exilio indio
La vía del diálogo se había reanudado precisamente tras los disturbios de Lhasa, los más graves desde la represión de la revuelta que llevó al Dalai Lama al exilio en la India y a casi 100.000 tibetanos a buscar una nueva vida en este país y las vecinas Nepal y Bután.

Hoy, unos 130.000 exiliados viven en la India, país al que el Dalai expresó su «sentida gratitud». No obstante, las protestas de 2008, que tuvieron su réplica en la India y otros países, dejaron claro que para las autoridades indias el Dalai se ha convertido en un huésped bastante incómodo.

El líder tibetano, que en 1989 recibió el Premio Nobel de la Paz, asegura que se halla en una situación de «semiretiro» de los asuntos políticos y que ha cedido su manejo al primer ministro, Samdhong Rinpoche.

Lo cierto es que, a sus 73 años, la salud del Dalai Lama se ha resentido y en los últimos meses ha visitado hospitales de Nueva Delhi y Bombay tanto para someterse a exámenes médicos rutinarios como aquejado de alguna dolencia.

Amnistía Internacional pide a las autoridades chinas la apertura de Tíbet

Fuente: © Amnistía Internacional (Español)
http://www.es.amnesty.org

Amnistía Internacional pide a las autoridades chinas la apertura de Tíbet

/noticias.info/ Amnistía Internacional ha pedido hoy, 9 de marzo de 2009, al gobierno chino la apertura inmediata de Tíbet a los observadores de derechos humanos y a los medios de comunicación, y que ponga fin a su “campaña de mano dura contra la delincuencia” que puso en marcha anticipándose a las manifestaciones para conmemorar el 50 aniversario del fallido levantamiento tibetano de 1959.

La organización advirtió de que es probable que el aumento de las medidas de seguridad adoptadas por el gobierno chino con vistas al 50 aniversario agrave una situación ya de por sí bastante tensa.

“Las medidas de seguridad extremas no servirán sino para aumentar la tensión y dar lugar a más violaciones de derechos humanos” manifestó Roseann Rife, directora adjunta del Programa de Amnistía Internacional para Asia y Oceanía.

Desde marzo de 2008 ha habido un control estricto de la afluencia de información desde la región. A los periodistas extranjeros sólo se les ha permitido entrar en viajes en grupo organizados por el gobierno y a los observadores de la ONU se les ha negado toda posibilidad de acceso.

A pesar del cierre en curso y del reciente aumento de la presencia militar, Amnistía Internacional ha recibido informes sobre diversas violaciones de derechos humanos perpetradas contra la población: detención y reclusión arbitrarias, custodia prolongada y encarcelamiento de manifestantes políticos y otros presos de conciencia, tortura y otros malos tratos, y violaciones de la libertad de expresión, asociación y reunión y del derecho del pueblo tibetano a conservar su cultura, su lengua y su religión.

“Las autoridades deben abrir Tíbet inmediatamente y permitir que entren en la región observadores independientes de derechos humanos y medios de comunicación internacionales –afirmó Roseann Rife–. Asimismo, deben extender una invitación permanente a los expertos de derechos humanos de la ONU para visitar la región.”

En un “libro blanco” publicado recientemente por las autoridades, las autoridades definen toda protesta como intento de provocar disturbios por parte de las fuerzas occidentales antichinas.

“La postura del gobierno indica que las autoridades chinas no han reconocido el alcance de las quejas expresadas por la población tibetana desde hace tiempo y es una postura equivocada para alcanzar la meta gubernamental de la estabilidad social” afirmó Roseann Rife.

Notificación de prensa

* Durante los últimos 12 meses, agricultores, nómadas, estudiantes, trabajadores e intelectuales se han unido a monjes y monjas en una serie de protestas desatadas por las continuas violaciones de derechos humanos así como por la intensificación de la campaña de “educación patriótica” y de las propias medidas enérgicas.

* Las autoridades chinas han rechazado las críticas relativas a su forma de manejar la situación de Tíbet tachándolas de “intentos infundados de politizar el asunto”. Las autoridades siguen calificando las protestas de incidentes aislados y sostienen que la situación no es un problema de derechos humanos sino de separatismo violento.

* En un “libro blanco” oficial publicado este mes, las autoridades chinas acusan a las fuerzas occidentales antichinas de entrenar y apoyar al círculo de seguidores del Dalai Lama para dominar y dividir China.

Tibet, resistencia pacífica en el techo del mundo

Extraordinario reportaje de El Mundo, no te lo pierdas.

Tibet, resistencia pacífica en el techo del mundo

Nostalgia del Tíbet en el «país santo»

Nostalgia del Tíbet en el «país santo»

Lhamo Ba-Serkhang en su domilicio en Suiza.

Pie de foto: Lhamo Ba-Serkhang en su domilicio en Suiza. (Manuel Bauer)

Hace 50 años Tíbet se sublevó contra la ocupación china, sublevación que decenas de miles de tibetanos pagaron con sus vidas. Muchos otros miles huyeron del país cruzando el Himalaya. Lhamo Ba-Serkhang decidió permanecer hasta que no le quedó otra salida que la del exilio.

La tibetana de 60 años, radicada en Suiza desde 1992, nació poco antes de que el ejército popular chino invadiera su patria. Su recuerdo del Tíbet es el de un país ocupado.

La opresión, persecución y separación marcan la historia de su vida recientemente publicada en el libro ‘Exilio en Suiza. Huida de los tibetanos’.

Tenía nueve años cuando su padre –a la sazón alcalde del pueblo-, fue encarcelado durante 18 años; la casa y los animales de la familia, confiscados. Su madre y poco después también Lhamo Ba-Serkhang fueron aisladas con el sello de contrarrevolucionarias. Las obligaron a trabajar para los ocupantes: «Éramos siervos en nuestra propia tierra».

Para atenuar en algo el sufrimiento de su pueblo, recuerda Lhamo Ba-Serkhang, ayudó en la huida de presos políticos y cantaba versos de protesta. No se detuvo ni siquiera después de que los ocupantes chinos trataron de silenciar su voz con una operación.

Salvada por turistas

En 1989 muere el décimo Panchen Rinpoche –segundo líder espiritual importante, después del Dalai Lama-, y corren rumores de que ha sido envenenado por los chinos. Es entonces cuando Lhamo Ba-Serkhang constata que ya nada tiene que hacer en su patria y debe dejar el país.

Durante tres días lucha contra las inclemencias del Himalaya: una imponente fortaleza de rocas, nieve y hielo que la separa de una vida en seguridad.
Finalmente logra llegar a Nepal y desde allí se dirige a la ciudad india de Darmasala, sede del gobierno en el exilio del Dalai Lama.

Cuando Lhamo Ba-Serkhang intenta recoger a su esposo e hijos es sorprendida por los disparos de una patrulla china. Su esposo le ruega que huya. Así lo hace hasta desfallecer por el esfuerzo – dos turistas occidentales la socorren.

Un pedazo del Tíbet en casa

En 1992, Lhamo Ba-Serkhang llega a Suiza con la ayuda de las dos turistas. Años después, en 1995, la Cruz Roja se encarga de reunificarla con sus hijos.

Apelando a su alemán entrecortado, Lhamo Ba-Serkhang recuerda que en la estación de Zúrich la esperaba un funcionario tibetano en un inusual y moderno automóvil. Cuando debió ajustarse el cinturón de seguridad –como en el avión-, pensó que también los autos volaban aquí, nos cuenta entre risas.

La mujer de cabello negro recogido en una cola de caballo y de ojos oscuros tristes vive con el pensamiento en el Tíbet, aunque Suiza sea para ella, como dice, un «país sagrado».

Las paredes de su pequeña vivienda están cubiertas con paños que llevan la efigie del Dalai Lama y mapas enormes de la patria distante. El buffet en la sala de estar cumple la función de altar. Junto a escudillas de sacrificio, entre floreros con flores artificiales, destacan las fotos del Dalai Lama y la montaña sagrada Kailash.

A la izquierda y derecha del gran televisor de pantalla plana cuelgan cuadros de épocas pasadas: en uno de ellos se ve a Lhamo Ba-Serkhang con sus cuatro hijos a la entrada del Palacio de Potala, en Lasa.

Atormentada por remordimientos

Aunque jamás se arrepiente de luchado por su país, le atormenta que como «activista clandestina» haya puesto en peligro a su familia, relata su hija Dolma, de 23 años.

¿Qué es lo que más extraña? Mientras Dolma traduce la pregunta en tibetano advertimos una sombra en el rostro de Lhamo Ba-Serkhang. Sus manos parecen acalambrarse en su regazo. «Extraño a mis padres» y se levanta con un sollozo. Sufre mucho porque sus padres fallecieron sin haber podido verlos una vez más, explica su hija.

Solidaridad frente al interés personal

Lhamo Ba-Serkhang no ha perdido la esperanza de que «con el apoyo de otros países llegue el día en el que el Tíbet sea libre y el mundo lo celebre».

Su hija es más escéptica, pese a que en su vida cotidiana advierte a menudo gran interés por el Tíbet. «Hay mucha gente comprometida con la causa del Tíbet. ¿Pero qué país se atreve a enfrentarse a China llegado el momento?» Es normal que cada cual vea antes por sí mismo, señala Dolma.

A pesar de la solidaridad con los tibetanos, la Suiza oficial se inclina a los intereses económicos con China. Durante la vista de trabajo del primer ministro chino Wen Jiabao, en enero pasado, fue arrestado un pequeño grupo de manifestantes tibetanos en la Plaza Federal, en Berna. Y la policía en Davos retiró la bandera tibetana del escaparate de una tienda para no contrariar al mandatario chino.

Dolma no pertenece, sin embargo, a la joven generación protestataria de tibetanos. Ella cree que con el apoyo financiero de Occidente se puede conseguir más que con manifestaciones.

swissinfo, Corinne Buchser
(Traducción: Juan Espinoza)

TIBETANOS EN SUIZA

El 7 de octubre de 1950, un año después de que Mao Zetung proclamara la República Popular de China, 40.000 soldados del ejército popular invaden el este del Tíbet.

Tras la cruenta sublevación popular de 1959, el Dalai Lama, de 24 años, dejó Lasa y huyó a India. Unos 80.000 tibetanos le siguieron al exilio cruzando por diferentes pasos nevados del Himalaya.

En otoño de 1960 llegó el primer grupo de refugiados a la Colonia Infantil de Pestalozzi en Trogen. Con la guerra fría en segundo plano, el Consejo Federal autorizó en l963 la acogida de 1.000 tibetanos.

Los 4.000 tibetanos que hoy viven en Suiza conforman la mayor comunidad de exiliados en Europa.

La comunidad más significativa está integrada por unos 170 tibetanos en el pueblo zuriqués de Rikon, donde también existe un monasterio tibetano.


HISTORIAS DE VIDA TIBETANAS

Cincuenta años después del levantamiento popular contra la ocupación china, doce tibetanos y tibetanas cuentan sus historias personales en el recientemente publicado libro ‘Exilio en Suiza. Huida de los tibetanos’. Una de ellas es la de Lhamo Ba-Serkhang, de 60 años de edad.

El periodista Christian Schmid y el fotógrafo Manuel Bauer documentan el destino de agricultores y nómadas, comerciantes y monjes, que desde la quietud de las mesetas tibetanas han venido a parar en medio de una sociedad industrializada competitiva.

TIBETANOS EN SUIZA

El 7 de octubre de 1950, un año después de que Mao Zetung proclamara la República Popular de China, 40.000 soldados del ejército popular invaden el este del Tíbet.

Tras la cruenta sublevación popular de 1959, el Dalai Lama, de 24 años, dejó Lasa y huyó a India. Unos 80.000 tibetanos le siguieron al exilio cruzando por diferentes pasos nevados del Himalaya.

En otoño de 1960 llegó el primer grupo de refugiados a la Colonia Infantil de Pestalozzi en Trogen. Con la guerra fría en segundo plano, el Consejo Federal autorizó en l963 la acogida de 1.000 tibetanos.

Los 4.000 tibetanos que hoy viven en Suiza conforman la mayor comunidad de exiliados en Europa.

La comunidad más significativa está integrada por unos 170 tibetanos en el pueblo zuriqués de Rikon, donde también existe un monasterio tibetano.

El Dalai Lama acusa a Pekín de haber convertido Tíbet en un «infierno»

El Dalai Lama acusa a Pekín de haber convertido Tíbet en un «infierno»

El Dalai Lama acusó este martes a China de haber convertido Tíbet en un «infierno» y de haber matado a «cientos de miles de tibetanos», con ocasión del 50º de aniversario de la insurreción que llevó al líder espiritual a exiliarse y a Pekín a reforzar la seguridad.

Desde su exilio en Dharamsala, en el norte de India, el Dalai Lama volvió a reiterar su reivindicación de una «autonomía significativa» para su país natal.

«Estos últimos 50 años han sido de sufrimiento y destrucciones para el territorio y el pueblo del Tíbet», dijo el Premio Nobel de la Paz 1989 en un discurso pronunciado en un templo del Himalaya indio.

«Una vez ocupado Tíbet, el gobierno comunista chino ha realizado allí toda una serie de campañas de violencias y represión (…) Los tibetanos han vivido literalmente un infierno en la Tierra», acusó el líder del budismo tibetano.

«Consecuencia inmediata de estas campañas: la muerte de cientos de miles de tibetanos», fustigó.

Pekín reaccionó acusando al Dalai Lama de «propagar rumores», al tiempo que afirmaba no querer responder a las «mentiras» del líder espiritual del budismo tibetano.

«La camarilla del Dalai Lama no distingue lo verdadero de lo falso. Propaga rumores», declaró un portavoz del ministerio chino de Relaciones Exteriores, Ma Zhaoxu.

«Las reformas democráticas en el Tíbet son las más amplias y las más profundas de su historia», afirmó el portavoz. Ma Zhaoxu aprovechó la ocasión para pedir al Congreso estadounidense que rechace un proyecto de resolución de apoyo al Tíbet.

Para evitar las protestas con ocasión del 50º aniversario de la reprimida sublevación de los tibetanos contra Pekín y del primer aniversario de los disturbios de marzo de 2008 (21 muertos según Pekín, 203 según el exilio tibetano), China desplegó importantes fuerzas de seguridad en la meseta tibetana.

La policía china expulsó este martes a tres periodistas de AFP de una zona tibetana del oeste de China, donde visitaban un monasterio. La policía precisó a los periodistas de AFP que otras ciudades de la región estaban cerradas a los extranjeros.

Tras la invasión y la ocupación de Tíbet por China en 1950-1951, el 14º Dalai Lama huyó el 17 de marzo de 1959 y cruzó la frontera india el 30 de ese mismo mes, cerca de tres semanas después del inicio de una rebelión contra el régimen chino en Lhasa violentamente reprimida.

Incluso «hoy en día, los tibetanos de Tíbet viven permanente atemorizados: su religión, cultura, lengua e indentidad está amenazadas de desaparición. Los tibetanos son considerados como criminales que sólo merecen la muerte», subrayó el Dalai Lama.

Sin embargo, el líder espiritual tibetano -político pragmático y gran diplomático- siempre ha defendido una estrategia de no violencia y conciliadora hacia China y renunció hace mucho tiempo a la independencia a favor de una diplomacia denominada de «la vía intermedia» que defiende una simple «autonomía cultural».

«Nosotros, los tibetanos, estamos buscando una autonomía legítima y significativa que nos permitiría vivir en el marco de la República Popular de China», afirmó el Dalai Lama, de 73 años.

«No me cabe ninguna duda: la justicia prevalecerá en la causa tibetana», afirmó, llamando de nuevo de cierta ambivalencia a los tibetanos, a los que pidió «esperar todo lo mejor y prepararse para lo peor».

En noviembre pasado, el líder budista había «reconocido el fracaso» en su combate por una autonomía «significativa» de Tíbet, tras ocho años de negociaciones infructuosas con Pekín.

Los grupos tibetanos en el exilio en todo el mundo convocaron para el martes manifestaciones con motivo del 50º aniversario de la rebelión.

Manifestantes protibetanos y policía se enfrentaron en la capital australiana, Canberra, cuando una decena de personas intentó forzar un cordón de seguridad ante la embajada de China.

Tambores de rebelión en Tíbet tras 50 años de exilio del Dalai

Tambores de rebelión en Tíbet tras 50 años de exilio del Dalai

El Gobierno chino blinda la región para evitar una revuelta como la del pasado año 
10.03.09 – 
Tambores de rebelión en Tíbet tras 50 años de exilio del Dalai

Foto del actual líder espiritual budista en los años 30. / AFP El Dalai, durante un rezo en un templo indio. / REUTERS

Vuelve la tensión a Tíbet al cumplirse hoy medio siglo de la huida del Dalai Lama. El 10 de marzo de 1959, y cuando era sólo un niño, la máxima figura política y religiosa del budismo atravesó con su séquito las montañas del Himalaya y se exilió en India para escapar de la represión china. Los tibetanos llevan desde entonces esperando al ‘océano de sabiduría’ y aprovechan cualquier efemérides señalada para manifestarse y recordar su lucha por la independencia. Así ocurrió el año pasado, cuando, ante a la cercanía de los Juegos Olímpicos de Pekín, protagonizaron la peor revuelta de las dos últimas décadas.
Para impedir que se repitan protestas similares, Pekín ha intensificado la vigilancia. Tanto en Lhasa como en otras zonas, los soldados y la Policía antidisturbios han tomado las calles con sus armas, escudos y tanquetas. «Para garantizar la estabilidad en Tíbet, hemos efectuado el despliegue debido y fortalecido los controles en los puestos fronterizos y en las rutas clave», explica un responsable del Ministerio de Seguridad.
Pero ya se han registrado incidentes en zonas tibetanas de las provincias limítrofes. En Golog, enclavada en la región de Qinghai, docenas de personas se manifestaron el domingo por los controles que la Policía estaba llevando a cabo en una granja. Poco después, dos explosivos de fabricación casera dañaron un coche patrulla y un camión de bomberos. En la provincia sureña de Sichuan, las prefecturas tibetanas de Aba y Ganzi han vuelto a ser selladas a cal y canto y no se permite la visita de turistas ni periodistas extranjeros, una prohibición que ya pesa sobre el resto del ‘techo del mundo’.
Varias decenas de monjes budistas han desafiado estas restricciones marchando desde el monasterio de Gomang, en Aba, reclamando «derechos humanos» y gritando consignas como «larga vida al Dalai Lama». En esta zona, una monja también ha sido detenida por repartir folletos pidiendo «libertad religiosa» y la «liberación de los presos políticos».
Al menos tres personas se han quemado a lo bonzo para protestar por la situación en Tíbet, dos en un coche en una céntrica calle de Pekín y un monje en el área de Aba. Además, los grupos más radicales preparan manifestaciones multitudinarias desde el exilio en la ciudad india de Dharamsala, donde vive el Dalai. Aunque éste ha hecho un llamamiento a la calma para que no vuelva a estallar la violencia, los jóvenes tibetanos apuestan cada vez por más por radicalizar su postura tras el fracaso de las últimas negociaciones con Pekín.
Fuerte resentimiento
«Hay un fuerte resentimiento entre el pueblo tibetano», aseguró Chime Youngdrung, presidente del Partido Democrático Nacional de Tíbet. Históricamente, Tíbet ha formado parte del imperio chino cada vez que sus dinastías eran lo suficientemente poderosas como para controlarla. La caída del último emperador, Pu Yi, en 1911, dio a esta región una independencia de facto que casi acaba con los últimos siete siglos de dominación china.
Para que eso no ocurriera, Mao Zedong envió de nuevo las tropas en 1950. Pero los tibetanos se rebelaron nueve años después, un levantamiento que obligó a exiliarse al Dalai Lama al ser sofocado y dejar 87.000 muertos.